Opinión | Crónica Política

Las fusiones

Habrá que ver si la noticia que viene de publicar FARO DE VIGO acerca de la fusión del BBVA y el banco Sabadell –a la hora de escribir este punto de vista estaba aún sin rematar– genera para Galicia efectos positivos o no. Cierto que la entidad resultante alcanzará el segundo puesto en el ranking bancario español, pero no está claro que para Galicia resulte una operación del todo positiva. Aquí, las fusiones han generado más polémica, pérdidas muy importantes de puestos de trabajo, daños para el sector cultural y social de la comunidad y en definitiva, dudas acerca del beneficio posible que pudiera haber logrado la gente del común aquí residente.

Es cierto que cuando se habla de fusiones, aquí, lo primero que viene a la mente es el caso de las dos principales cajas de ahorro del país: la del norte y la del sur, en una operación extremadamente arriesgada y que, al menos en opinión personal, se saldó con un claro perjuicio para las plantillas, los usuarios y especialmente las obras sociales que las dos entidades practicaban. Para ser concretos, hubo varios miles de empleados que perdieron sus puestos bien de forma voluntaria, bien de modo obligatorio. En cuanto a la obra social quedaron aniquiladas en la práctica las ayudas culturales, musicales, y en general artísticas muy vinculadas a las tradiciones gallegas, sin que el resultado final fuese mejor para alguien. Quizá en ese balance último Galicia haya perdido menos que otras, porque nació de la unión un banco privado que presta servicios importantes para la comunidad y que mantiene, pero muy limitada, la antigua obra de las viejas cajas.

Ahora es distinto. Ya no se trata de entidades semipúblicas cuyos beneficios nutrían las actividades relacionadas con el propio país, sino de firmas importantes que se unen para obtener legítimamente el máximo beneficio posible. Y eso reproduce la posibilidad de importantes vacíos laborales al sustituirse empleos por las nuevas tecnologías y sobre todo al tener en cuenta que la reducción de costes será más fácil si se reducen las plantillas. Cierto que ambos bancos han prometido una cierta estabilidad en cuanto a empleos, pero habrá que ver hasta qué punto eso es factible sin daños. De momento, los precedentes no son favorables a pensar que la fusión se hará sin efectos para el personal.

La política de las fusiones, promovida por un pacto entre el socialista Zapatero y el popular Rajoy, ha significado un refuerzo para el sector bancario, como es obvio, porque de ellas ha salido menos competencia entre entidades y menos coste en nóminas, pero ha perjudicado, siempre sede la opinión personal, a la gente del común en general. Existe una menor oferta para una demanda que sigue creciendo y por consiguiente los precios, en este caso los de los préstamos en forma de intereses, también han aumentado. Lo peor, probablemente, es que la situación nueva podría analizarse desde un punto de vista que roza como mínimo las leyes que protegen la libre competencia, porque al reducir el número de ofertas, aumenta el coste para la demanda, por ejemplo de créditos, con el añadido de la política monetaria europea que ha aumentado el precio de los intereses.

Quizá no se pueda hablar de oligopolio, pero se quedaría muy cerca del concepto si se aplicase a lo que salió del antes citado acuerdo entre un presidente que salía y otro que entraba. Lo que está claro es que las fusiones hasta ahora no han resultado en Galicia un beneficio neto para el ciudadano medio y menos todavía para los grandes sectores de la sociedad cuyas dificultades económicas les obligan a acudir al crédito y este se les niega con frecuencia o se le carga con intereses demasiado altos para poder soportarlos sin mayores problemas. De ahí que sea tan legítimas las fusiones como las dudas acerca del número de beneficiados.

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