Opinión | Crónica Política

El viaje

A juzgar por las noticias que llegan, el viaje del presidente Rueda Valenzuela a Argentina presenta bastantes más luces que sombras. Para empezar da la impresión de que su señoría ha evitado los roces directos entre el jefe del Ejecutivo argentino y las posiciones gallegas sobre todo en relación con la pesca. En ese sentido conviene no olvidar que hace muy pocas semanas, según informó FARO DE VIGO, el presidente Milei había decidido cambiar el orden de las cosas en el sector, con severos perjuicios para la flota gallega que opera en el Atlántico Sur. Parece haber sido abordada tan espinosa cuestión con guante de seda y mano de hierro por ambas partes, y en este caso la suavidad ha sido más eficaz que la fuerza.

Dicho lo anterior, y desde un punto de vista particular, el viaje parece haber sido muy diferente a otros de los varios presidentes que Galicia ha enviado al otro lado del Atlántico. Para empezar nadie con lógica habrá supuesto que don Alfonso buscaba votos, porque los que ya necesitó le eran suficientes; pero, aun así, obtuvo una considerable mayoría de los emigrantes en Argentina. Ahora ha hecho un desplazamiento del todo necesario y oportuno: para la flota gallega, que sufre la presión en la zona de las potencias asiáticas con bases ya en Tierra del Fuego y en Uruguay. De otra parte los españoles y gallegos residentes allí tienen garantía de que la política favorecedora del retorno para aquellos que lo deseen esta rubricada por el titular de la Xunta, de cuya seriedad ya empieza a no dudar la totalidad o casi de la comunidad salvo la oposición, por supuesto, que esta en su papel de contemplación y crítica.

Hay algo que añadir de forma urgente a este tipo de giras, hasta ahora meramente electoralistas: han de transformarse en desplazamientos útiles no solo para Galicia, sino también para los gallegos que están repartidos por el universo mundo y también, obviamente, para conocer de cerca sus problemas y buscar soluciones a poder ser negociadas entre tres partes: los gobiernos de Buenos Aires, Galicia y las organizaciones de la emigración en el país del Atlántico Sur. Una negociación imprescindible para conseguir el objetivo que la Xunta se ha marcado en la llamada “operación retorno”. Desde Santiago se ha mencionado, oficiosamente, la cifra de cien mil retornados, que es a la vez escasa y abundante. Lo primero para el bien general del país, lo segundo para satisfacción personal de quienes hace muchos años sueñan con volver a la Patria.

En definitiva, el viaje del presidente Rueda resulta especialmente útil en lo que se refiere a la ocupación futura de puestos de trabajo en Galicia, puestos que a día de hoy quedan vacantes. No hace demasiado tiempo el Gobierno de España publicó datos sobre las necesidades futuras del Estado en materia de admisión de emigrantes. Calculó en mas de veinte millones las personas necesarias para el conjunto de la economía en este país, lo que vuelve a demostrar que quienes proceden del extranjero y vienen a ganarse la vida aquí no solo son y deben ser bienvenidos, sino también deseados. En esa línea la actuación de la Xunta tiene que mantenerse, fortificarse y desde luego multiplicarse, si lo que se quiere de verdad es que esta tierra prospere a la misma velocidad que otros países europeos para no quedar atrás.

Quien esto expone es del todo consciente que la cuestión migratoria levanta, y probablemente lo hará mas en el futuro, ampollas en una parte de la población española. Pero cualquiera que tenga memoria, que desee para este Antiguo Reino prosperidad y para quien, por supuesto, analice el problema con un mínimo de objetividad, hay que convencer a los disconformes de que la emigración, controlada y regulada, no solo es buena para España, sino clave para su futuro. Lo malo es que la UE, en su conjunto, una vez mas se pone de perfil ante los hechos y las necesidades de sus socios. Salvo en lo económico, Europa, hasta ahora se ha ocupado de la Unión como se piensa que actúa un solterón con su posible heredero: de lejos, sin “mojarse” y, sobre todo, sin aclarar a quien dejara la herencia. Por eso los parientes se enfadan y pleitean con tanta frecuencia.